viernes, 29 de junio de 2007

Otra vuelta al sol

Se me paso el día que podría haber celebrado como el cumpleaños del blog. Estaba ocupado en otras cosas. La mayor parte de ellas eran imaginarias. Como la manera de hacer llover nuevamente. O la forma como despabilar al niño rico. Y bueno, ese ejercicio parece haberme dejado francamente agotado, porque haciendo un resumen festivo, junio debe ser de los meses en que menos noches salí los fines de semana.

Bueno, la cosa fue bien productiva al inicio, cuando vuelo a Temuco mediante, pude conocer tanto una posada universitaria desbordada de chela barata, como El local de la gay scene de la Araucanía. En ambas, derroché estilo enfundado en una camisa con apellido Le Corbusier, adquirida en el Falabella con mayor poder màgico que he conocido.

Tanto desarreglo me acarreó luego una bronquitis que me tuvo con hablar flemático (no en el sentido inglés) por casi dos semanas. Aunque, haciendo memoria, a la semana siguiente tuve un peregrinar de aquellos, cuando mi amigo Boris se precipitó en Santiago cual marea invernal y a la manera de una embarcación sureña me entró el agua la bote con el alcohol; acto finalizado con un mareo jamás visto y una resaca que me duraría todo un día.

La cosa se pone seria a medida que me acerco a los treinta. Estaré mejor vestido, pero soy menos taquilla, puedo comprar trago más caro pero me cago la guata en menos tiempo y si antes enmendaba la fiesta haciendo yoga la mañana siguiente ahora el reposo me dura un buen tiempo. Siendo así, no reparé en que hace un año empecé este diario de vida digital.

Si no fuera por los reveses de mi caracter y el leve resentimiento que he descubierto para las loquitas del barrio alto, hubiera estado cristianamente contento de observarme ya movido. No escrito al final sobre lo que me pasa, enviciado en describir lo que pasa a mi alrededor. Y así empecé más festivo, más teórico de la movida maraca y menos afectado por la misma.

Hoy he bailado con compases hétero por un rato, me cambié de trabajo, sigo trabajando en el dominio de la lengua finesa (manera wikipédica de conseguir un lugar feliz fuera de la angustia santiaguina) y he contabilizado el modo como viejas promesas de ser leído se han esfumado al tiempo que las claves de vida me han alejado de algunos compañeros a quienes ahora de veras he aprendido a respetar en la diferencia (salvo dos)

El pulso de la Noche de Divas, fiestas que me convocarían hace un tiempo atrás, se me ha ido perdiendo en la medida que he abandonado las premisas colizas de exhibirse en la discoteca. Claro, ahora que trato de ser más profesional es difícil que recuerde mis hábitos de peluquera. Pero igual, para no ser injustos, debo atender el hecho que hay memoria viva en viejas canciones que bailé sumado al pulso del quehacer Blondie, de la movida alternativa del sótano y de la camisa ajustada que me oblica a caminar derecho (para no parecer panzón)

Así que programo esta canción de sábado por la noche, un pcoo envejecida como la pátina que trato de darle a mi intelecto, en un afán de reconventir la adolescencia que todavía embarga algunos de mis pasos por el mundo. Y sé que los que lean esto sabrán entender estas palabras.

Como en otras ocasiones, y ahora habiendo dado otra vuelta al sol -en un día que no es mi cumpleaños- los invito a bailar conmigo otra vez.

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